San Petersburgo, la cuna del ballet ruso
Los extranjeros asocian a menudo el ballet ruso con el Teatro Bolshói de Moscú, cuando en realidad la historia del ballet ruso empezó en la capital del norte de Rusia: San Petersburgo
El Teatro Bolshói de Moscú, situado a dos pasos del Kremlin, destaca por tener una de las compañías de ballet más famosas del mundo. La idea de usar este teatro y su compañía de ballet como un símbolo cultural del país a ojos de todo el mundo apareció no hace mucho: fue en el apogeo de la Unión Soviética y por parte del poder comunista. El ballet, igual que la conquista del cosmos, se elevó a la categoría de uno de los principales logros del país: la primera bailarina de la URSS Galina Ulánova y el astronauta Yuri Gagarin se convirtieron en ideales de ciudadanos soviéticos y en marca de la URSS.
Sin embargo, el ballet ruso se originó a 600 km. de Moscú, en la ciudad de San Petersburgo, que en ese momento era la capital del Imperio Ruso. Fue justamente Pedro I, fundador de San Petersbrugo en el año 1703, quien introdujo en Rusia la moda de los bailes europeos, que durante mucho tiempo va a considerarse una parte fundamental de la etiqueta de la corte imperial. Todos los nobles estaban obligados a aprender a bailar.
Isabel I y Catalania II continuarán esta tradición: el ballet fue lo que unió a los aristócratas rusos más importantes en la coronación de Catalina. En 1783 Catalina II (llamada Catalina la Grande) dio la orden de fundar el Gran Teatro de San Petersbrugo. Se situaba en el edificio que más tarde sería el Conservatorio de San Petersburgo. En el año 1860 el Gran Teatro se mudó al edificio de enfrente y pasó a llamarse Mariinski, en honor de la emperatriz María Aleksándrovna
Pablo I, durante su reinado, impuso unas nuevas normas que prohibían salir a un escenario a los hombres. Todos los papeles entonces los interpretaban mujeres.
Nicolás I, gran amante de los bailes, no se perdía ni un solo ballet en San Petersburgo. Durante el reinado de Alejandro III el Teatro Mariinski daba representaciones de ballet dos veces a la semana, los miércoles y los viernes.
Sobre la improtancia del ballet en Rusia nos habla también la historia del último emperador ruso, Nicolás II. El primer gran amor de Nicolás II fue Matilda Kshesínskaya, primera bailarina del Teatro Mariinski i propietaria de un famoso edifico de estilo modernista en San Petersburgo (la historia de las relaciones entre el emperador y la bailarina sirvió de argumento para la película «Matilda», que levantó un gran escándalo entre la opinión pública en el año 2017).
El Teatro Bolshói de Moscú abrió sus puertas solo en 1825 y durante mucho tiempo estuvo a la sombra del Teatro Mariinski.
¡Todos a bailar!
La primera escuela de danza abrió sus puertas en San Petersburgo el año 1738. La más antigua academia rusa de ballet es la Escuela Vagánova, creada por el maestro de ballet francés Jean-Baptiste Landé.
La colaboración entre Rusia y Francia en el arte del ballet llegó a su apogeo en el siglo XIX, cuando apareció la unión creativa del compositor Piotr Chaikovski y del maestro de ballet Marius Petipa, que regaló al mundo obras maestras como «La bella durmiente», «El cascanueces» y «El lago de los cisnes».
Petipa vino a Rusia a los 29 años y se quedó hasta su muerte. Petipa está enterrado al lado de Chaikovski en la Necrópolis de los Maestros del Arte en el territorio del Monasterio de Alejandro Nevski, en San Petersburgo.
El ballet ruso también se vio influido por la tradición española. Algunos bailarines españoles también estuvieron en Rusia. Se intrudujeron bailes españoles, adaptados al estilo del ballet clásico, en los ballets de Saint-Léon y Petipa. «Don Quijote» fue uno de los hits y la tarjeta de visita del Gran Teatro. Lo estrenaron en 1869, el director de escena fue Marius Petipa.
El ballet ruso: tarjeta de visita de la URSS
El cambio de régimen político en Rusia después de la revolución no conllevó la muerte del ballet, sino a la formación de dos escuelas de ballet distintas en San Petersburgo y Moscú. Los dirigentes del partido usan todos los medios para conquistar el mundo con el ballet: lo presentan como tarjeta de visita de la URSS. Así el ballet ruso se convierte en un instrumento de reputación internacional y adquiere significado político. Para levantar el prestigio del país, compañías de ballet soviéticas llegan a pasar medio año en giras por el extranjero.
La historia se repite: como los bailarines de Diáguilev se fueron de la Rusia zarista, también muchas estrellas del Teatro Mariinski que el nuevo poder soviético mandó al extranjero no van a volver nunca a la URSS después de sus giras. Entre ellos están Mijaíl Baríshnikov y Rudolf Nuréyev. Este último está enterrado cerca de París, en Sainte Geneviève des Bois.
La tumba de Rudolf Nuréyev en las afueras de París, cubierta por un kílim, una alfombra en forma de mosaico que le gustaba mucho al bailarín y que recuerda sus orígenes. Nuréyev nació en la parte oriental de Rusia, en la ciudad de Ufá (República de Bashkiria).
Hoy el ballet clásico ruso mantiene un alto nivel artístico y sigue siendo muy popular en el mundo. En España y países de América Latina conocen y aprecian a los bailarines y bailarinas rusos. En 1991 el rey de España Juan Carlos I premió a la bailarina soviética Maya Plisétskaya con la Orden de Isabel la Católica. Uno de los papeles más famosos de Plisétskaya era el de Carmen, en el ballet del mismo título.
El ballet ruso es uno de los símbolos de San Petersburgo, se pueden ver sus maravillosas representaciones en el Teatro Mariinski y el Teatro Mijáilovski.